Todo descubrimiento es un deseo, y todo deseo, una necesidad. Inventamos lo que descubrimos; descubrimos lo que imaginamos. Nuestra recompensa es el asombro
Los celos matan el amor pero no el deseo. Este es el verdadero castigo de la pasión traicionada. Odias a la mujer que rompió el pacto de amor, pero sigues deseando porque su traición fue la prueba de su propia pasión. Los celos dependen de que una relación amorosa no termine en la indiferencia
Las ideas nunca se realizan por completo. A veces se retraen, hibernan, como algunas bestias. Esperan el momento oportuno para reaparecer. El pensamiento no muere. Sólo mide su tiempo. La idea que parecía muerta en un tiempo reaparece en otro. El espíritu no muere. Se traslada. Se duplica, a veces suple, e incluso, suplica. Desaparece, se le cree muerto. Reaparece.
Cada quien es lo que es y ya. Lo interesante es ver qué pasa cuando entramos en contacto con alguien que nos pone en duda y sin embargo sabemos que nos hace falta. Y que nos hace falta porque nos niega.
El espejo salva una identidad más preciosa que el oro que los indígenas le dieron, en canje, a los europeos. ¿Acaso no tenían razón? ¿No es el espejo tanto un reflejo de la realidad como un proyecto de la imaginación?
Dime. ¿Por qué supe, en cuanto te vi, que ya no iba a importar nada más? Sabes: me dije que en ese momento tenía que decidirme. Que si tu pasabas de largo, yo perdería toda mi vida. ¿Tú no?
La amante que nos abandona debe tener la inteligencia de insultarnos, rebajarnos, agredirnos salvajemente para que no la olvidemos con resignación. Para seguirla deseando con ese nombre pervertido de la voluntad erótica que son los celos.
Todo político tiene que ser hipócrita. Para ascender, todo se vale. Pero no hay que ser sólo falso, sino astuto. Todo político asciende con una cauda de desgracias amarradas.
Hay que llegar a saber que los hijos, vivos o muertos, felices o desdichados, activos o pasivos, tienen lo que el padre no tiene. Son más que el padre y más que ellos mismos. Nuestros hijos son los fantasmas de nuestra descendencia. El hijo es el padre del hombre.
Hacemos el balance de nuestra vida, pero sabemos que el verdadero fiscal es la muerte y que su veredicto lo conocemos de antemano. Compañera final e inevitable. Pero, amiga o enemiga.
Puntuales o impuntuales, vivimos de acuerdo con los horarios de la vida, pero la muerte es el tiempo sin horas. Tendré más gloria que la de imaginar que mi muerte es singular, sólo para mí, butaca preferente en el gran teatro de la eternidad.
Acaso la única casa de todos sea la casa de los que ya no tienen cuerpo, la casa de los muertos, en el interior del cielo; o a caso esta misma tierra es ya, y siempre ha sido, la casa de los muertos.
Cuando expulsamos al pasado por la ventana, no tarda en regresar por la puerta principal, disfrazado de las más extrañas maneras. Las guerras contra la memoria son perdidas, al cabo, por quienes las emprenden.
Quieren que estemos solas, señor Montero, porque dicen que la soledad es necesaria para alcanzar la santidad. Se han olvidado de que en la soledad la tentación es más grande.
Es una cuestión de la más alta importancia política e histórica: ¿qué es lo que recordamos, que es lo que olvidamos, de qué somos responsables, a quién tenemos que rendir cuentas?
Nadie debe averiguar el pasado de los demás en una sociedad tan cambiante como la nuestra…Cada una de nuestras preguntas puede ser una herida que nunca se cierra. Y que nos impide amar o ser amados. Todo nos traiciona: el cuerpo dice ser una cosa y un gesto nos revela que es otra, las palabras se traicionan a sí mismas.
Creemos que la muerte de hoy dará presencia a la vida de ayer. Con Pascal repetimos: Nunca digas, lo he perdido. Mejor di, lo he devuelto. Piensa que es cierto.
Una de las ventajas de los países antiguos es que aprenden a cuidar bien a sus viejos, porque en ellos se miran retratados. Los países jóvenes tienen prisa y le niegan a sus viejos la inteligencia, el respeto y, al cabo, la vida.
Sabes que la primera vez es difícil, que esperas demasiado de la segunda y que solo la tercera vez, decepcionada, cualquier cosa te parece maravillosa.
No hay libertad sino nos emancipamos de la fe y de todo fundamento o razón adquirida, levantando el velo de las apariencias y proporcionando el impulso hacia la verdad, cuyo primer paso es el reconocimiento de que nada es verdad.
De niños legislamos nuestro mundo; en el mundo de los adultos, el mundo nos legisla. La adolescencia es el desafío mezquino que intenta someternos o rebelarnos a la ley de los adultos.
Hemos venido a la tierra a provocar el combate de las cosas que sólo quisieran soñar. Ellas sólo duermen, sólo están, mientras nosotros no les digamos: tú eres el bien, tú eres el mal, tú eres la felicidad, tú eres la desgracia.